Tampoco puede atribuirse el aumento de población a una afluencia de otros países. En toda época hombres y mujeres se embarcaron én Irlanda con destino a Inglaterra y Escocia y, en tiempos de escasez, el arroyuelo se convertía en torrente. Pero no puede decirse que haya habido la corriente migratoria que habría de provenir de Irlanda en los últimos cinco años de la década de 1840. Por otra parte, durante el siglo XVIII casi un millón de habitantes abandonaron la Gran Bretaña en búsqueda de otros lares, principalmente hacia las colonias. Entre ellos deben contarse unos cincuenta mil delincuentes transportados a Maryland o Botany Bay y cierto número de artesanos que, violando la ley, llevaron sus conocimientos y habilidades técnicas a Europa continental; vista a largo plazo, es claro que esta última emigración favoreció a Inglaterra. En su conjunto no puede decirse que haya sido un centro receptor, sino más bien un almacigo para la creación de nuevas comunidades allende el Atlántico.
Hasta 1800 las cifras de la población del mundo que manejan los historiadores de la demografía son inciertas y especulativas. A partir de comienzos del siglo XIX podemos disponer ya de cifras más rigurosas, pues el primer censo verosímil apareció en Inglaterra en 1801, y desde entonces otros países formalizaron recuentos de población sobre unas bases más fiables que las existentes hasta entonces. No obstante, hay que seguir manejando con mucha prudencia las cifras de población mundial, ya que carecemos de fuentes demográficas para una buena parte de los países que se hallan fuera de la órbita del mundo occidental.
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