Cultura Chinchorro es el nombre dado a un grupo de pescadores que habitaron la costa del desierto de Atacama entre el 7020 y el 1500 a. C., desde Ilo (Perú) por el norte hasta Antofagasta (Chile) por el sur, y que establecieron su núcleo en la actual ciudad de Arica y en el valle de Camarones.
Este grupo destaca entre otros cazadores recolectores tempranos por sus excepcionales ritos funerarios, siendo los primeros a nivel mundial en momificar artificialmente a sus muertos.Su nombre se debe a la playa Chinchorro, donde se han encontrado grupos momificados.
La gente Chinchorro habitaba la costa del desierto de Atacama desde llo, en el Perú, hasta Antofagasta en el norte de Chile. Los afloramientos de aguas dulces en la costa facilitaron el poblamiento humano de esta región.
Cerca de 9.000 años atrás los primeros exploradores descubrieron la abundancia de vida a lo largo del litoral y, a medida que estos cazadores recolectores comenzaron a asentarse, se fueron transformando en pescadores expertos. En sus tiempos libres elaboraron simples, pero bellos instrumentos de pesca, como por ejemplo: anzuelos de conchas y cactáceas, pesas líticas y tejidos de malla. Además se convirtieron en hábiles tejedores de junquillos manufacturando cestería y esteras para usos múltiples.
Sin embargo, uno de los aspectos culturales más interesante de Chinchorro fue su complejo sistema funerario. Alrededor de 7.000 años atrás estos pescadores comenzaron a momificar artificialmente a sus muertos, practica cultural que perduro por 3.500 años, y su epicentro cultural fue el área de Arica Camarones. La preparación del cuerpo para la otra vida fue una creación a veces increíblemente sofisticada. Los cuerpos eran completamente desarticulados para ser posteriormente reensamblados.
Así, si el cadáver momificado no está protegido, se va desmoronando por la erosión ambiental, pero en el caos contrario puede conservarse durante muchos años.
La momificación es un proceso que se da en ambientes especialmente secos y que se produce con más frecuencia en los cuerpos de niños y de adultos especialmente delgados. El proceso completo puede llevar de uno a doce meses, dependiendo de las condiciones ambientales y de las del propio cadáver.